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De Interés: LA MONTILLA DE LA ÉPOCA

FIESTAS Y COSTUMBRES DE LA ÉPOCA EN MONTILLA

 

Se solían hacer fogatas callejeras los días de San Sebastián, la Candelaria y Pascua de Resurrección. Cuando llegaban los señores de la villa, eran recibidos con toros y con cañas.

En la fiesta del Corpus Christi salía una procesión después de la Misa mayor, el itinerario estaba alfombrado con juncia y hojas de álamo.

Durante el mes de septiembre, en el Llano Palacio se instituyó una feria de mercado por privilegio real.

En 1622 el Cabildo sufraga la construcción de la "Casa de la Comedia".

Se celebraban corridas de toros en el Llano Palacio.

BAUTISMOS

 

Relación de niños apadrinados por Garcilaso de la Vega en Montilla:

 

NOMBRES (Nº

Aldonza (1)

Gerónimo (1)

Alonso (8)

Gómez (1)

Ana (6)

Gonzalo (2)

Ana María (3) 

Inés (2)

Andrés (2) 

Isabel (4)

Antón (2) 

Juan (13)

Antonia (1) 

Juana (1)

Antonio (1) 

Leonor (1)

Asensio (1) 

Lucas (1)

Bartolomé (3)

María (14)

Beatriz (1) 

María Ana (3)

Benito (3)

Marina (3)

Catalina (7)

Martín (2)

Cristóbal (5) 

Melchor (1)

Diego (2) 

Melchora (1)

Domingo (1)

Miguel (1)

Fabián (1) 

Pedro (3)

Francisco (11) 

Quiterio (1)

Gerónima (1)

 

El total de niños bautizados entre el 17 de noviembre de 1563 y el 24 de febrero de 1601 es de 115. Varones: 66; hembras: 49.

BREVE RESEÑA HISTÓRICA DE MONTILLA (S. XVI Y XVII)

 

Durante la Edad Moderna Montilla reproduce a nivel local el devenir histórico ya clásico de las sociedades preindustriales - empuje en el XVI, retroceso en el XVII y recuperación en el XVIII, proceso ritmado por las típicas crisis de subsistencia-, de tal manera que hasta bien entrado el XIX no se inicia el proceso de transformación que caracteriza al mundo contemporáneo.

El siglo XVI fue el de mayor importancia histórica y cultural de la ciudad (título concedido por Felipe IV en1630). Se levantaron los edificios más importantes, aunque se demolió el castillo por orden de Fernando el Católico. Llegaron a Montilla vecinos tan ilustres como San Juan de Ávila (Montilla alberga sus restos) y el Inca Garcilaso.

En 1561, a la llegada del joven Garcilaso, Montilla era una villa feudal perteneciente al estado de los señores de Aguilar y marqueses de Priego. La vida de Garcilaso se desenvuelve principalmente bajo el mando de las dos Marquesas de Priego, ambas doñas Catalinas, abuela y nieta; y, desde 1574 hasta 1591 en que deja Montilla, bajo la autoridad de los marqueses don Alonso y don Pedro, el joven marqués este último, con el que Garcilaso mantendrá desde Córdoba una constante actitud de reclamo por el pago de los censos que aquél le debía. En la forma elusiva, propia de su temperamento, Garcilaso ha dejado entrever su poca simpatía o amistad con los marqueses varones de Priego.

Toda la vida de Montilla estaba subordinada en el siglo XVI al castillo y a los marqueses. El pueblo lo forman unos tres mil vecinos agricultores o viñateros, que trabajan en los pagos vecinos de viñas y olivares y en las huertas aledañas.

La clase dirigente la forman los funcionarios nombrados por los marqueses, algunos criados de éstos, los clérigos y frailes de la parroquia y de los tres conventos – San Agustín, San Francisco y la Compañía-, los médicos, licenciados y los vecinos del pueblo o buenos hombres pecheros que forman la multitud.

La autoridad estatal de los marqueses está representada por el Alcalde Mayor, los jueces y alguaciles, los miembros del Cabildo, Alcaldes y Regidores y los escribanos.

La alta clase social la forman los hidalgos, los que por la simple presentación de su carta ejecutoria se hallaban exentos del pago de sisa de carne y de pescado, recibían una cuota de sal y devengaban quinientos maravedís de renta. Al lado de éstos se iba formando una nueva clase social de los burgueses enriquecidos por el trabajo y el tráfico mercantil. Aquellos vecinos cuyas rentas ascendiesen a más de cien maravedís eran llamados a formar la clase de los “caballeros contiosos”, los que tenían la obligación de servir al Rey en caso de guerra y de disponer para los alardes militares de un morrión, un arcabuz, una pica y un caballo, como los caballeros de linaje. Los caballeros contiosos o de premia eran inscritos en un libro de la guerra en el Cabildo y tenían derecho a ser elegidos alclades de la villa por sorteo.

Todas las autoridades y funcionarios dependían de los marqueses señores de la villa y del estado de Priego, y eran nombrados “por el tiempo que fuere nuestra voluntad”.

No hay en la villa un solo asomo de independencia o de libertad comunal.

En el último nivel de la escala social están los vecinos de la ciudad, labradores, oficiales de los diversos gremios de artesanía y personas que no han alcanzado todavía el rango de hidalgos, clérigos, escribanos, licenciados, bachilleres. Los residentes debían solicitar ante el Cabildo el derecho de vecindad. Al ser recibidos por vecinos debían fiar que vivirían en la villa con su casa y familia durante diez años cumplidos conforme a las pragmáticas reales y que pagarían los pechos que se repartiesen a todos los vecinos. La inscripción les hacía inmediatamente gozar de las franquezas y derechos concedidos por las leyes a los vecinos de la villa.

Debajo de estos no quedan sino los “forasteros” obligados a pagar una sisa especial llamada la sisa de los forasteros, y los gitanos, que acampan en las afueras de la ciudad y a los que se obliga a seguir su ruta o tomar vecindad, según los casos. En este estado feudal no se halla, como en otras ciudades españolas, judíos ni moriscos, salvo los esclavos de esta nación.

El siglo XVI se abre con un crecimiento demográfico sostenido desde el final del XV y continuado por lo menos hasta la década de los setenta. Este factor y el auge económico de la primera mitad de siglo influyen en dos hechos: el primero, la ampliación del perímetro urbano, con la importante remodelación arquitectónica de la parroquia de Santiago; el segundo, la fundación de la práctica totalidad de las instituciones conventuales en ese mismo periodo: Franciscanos en 1512, Agustinos en 1519, Clarisas en 1525, Jesuitas en 1558, y Concepcionistas en 1594.

La vinculación política de Montilla al señorío de los Fernández de Córdoba nace en 1375. Pronto se convierte en su centro, suplantando ese papel a Priego, pese a ser esta última localidad la que identifica al marquesado que en 1501 crean los Reyes Católicos en la persona de Pedro Fernández de Córdoba.

 

El dominio señorial pleno (jurisdiccional y solariego) conlleva la percepción de derechos señoriales (monopolios y estancos), que suponen pingües beneficios para la hacienda señorial y no pocos conflictos entre señor y vasallos debido a la fuerte resistencia que éstos siempre opusieron. Hasta 1711 no se reconocerá por una sentencia de la Chancillería de Granada el derecho de los vecinos a erigir libremente hornos y molinos. Dentro de aquel marco, el concejo municipal cumple funciones de gobierno, justicia y regimiento de la villa, para lo que dispone de los ingresos devengados por el arrendamiento de sus propios.

Sin embargo, las continuas necesidades económicas de la monarquía hispánica, sobre todo a partir de la centuria del Setecientos, agravan la ya débil hacienda municipal, que responderá con una excesiva presión fiscal hacia los pecheros exigiendo los odiados arbitrios, puestos sobre los productos básicos de consumo.

La transición al XVII está presidida por el punto de inflexión de la expansión anterior situado en torno a 1580, año que forma parte de la fase crítica 1576-85 y que anuncia ya uno de los rasgos propios del Barroco: la penuria económica y el malestar social. Aunque Montilla sufrió dicha recesión, frenando así su línea ascendente, fue una de las poblaciones cordobesas menos afectadas.

El XVII se asocia con un perfil de estancamiento y regresión por la sucesión de varias crisis que se adentran incluso en el XVIII (1604-05, 1648-52, 1677-85, (especialmente funestos 1681-82), 1708-09,1737 y 1751), cuyo desarrollo es bastante similar en todos los casos: epidemia de peste u otras enfermedades de distinta etiología que preceden o coinciden con la depresión económica; falta de cosechas debido a sequía o exceso de lluvias; encarecimiento de los granos existentes -cuya escasez se agudiza en primavera- e inquietud municipal por evitar el completo desabastecimiento de la población; y subida de precios por fanega de trigo y, en consecuencia, del pan, apareciendo el fantasma del hambre entre amplias capas de la población (pobres habituales y ocasionales caen en la mendicidad, lo que obliga a las autoridades a su control y atención).

El ciclo cierra por donde empezó: remite la enfermedad o el contagio, bonanza climatológica, mejoría en las cosechas, reducción en los precios del trigo y disminución de la presión popular.

A nivel social, el siglo XVII contempla la expulsión de los moriscos (1609-10), pese a los infructuosos intentos del marqués por impedirla. Todas estas dificultades colectivas no frenaron el vigor religioso de la ciudad (tal desde 1630), sino que se intensificó, como evidencian la fundación del hospital de San Juan de Dios en 1664, el afianzamiento de la devoción popular al Cristo de la Yedra o a Nuestra Señora de los Remedios, el reconocimiento público del patronazgo de San Francisco Solano en 1647 (no será canonizado hasta 1726) y el voto de adhesión a la Purísima Concepción en 1650.

BREVE RESEÑA DE LA EVOLUCIÓN URBANA DE MONTILLA HASTA EL SIGLO XVII

Los asentamientos primitivos se situaron en las terrazas del río Guadajoz, en le paleolítico inferior, entre los 400.000 y 300.000 años antes de Cristo. Sin embargo, podemos vincular el actual asentamiento de Montilla a un poblamiento ibérico (800 y 900 años antes de Cristo) dedicado al cultivo del trigo y el aceite.

La existencia de villas romanas está documentada en varios lugares del término y se tiene constancia de la existencia de un tramo de calzada romana en dirección este-oeste, cerca de las Pilas de Panchía, coincidente con el camino del Sevillano.

De estos poblados, villas tardorromanas o aldeas, no conocemos el nombre ni su pervivencia en la Alta Edad Media. Ni las crónicas musulmanas ni las cristianas que hacen referencia a la toma de Córdoba mencionan ninguna villa que pueda ser fijada en la actual Montilla. Es probable que en el cerro del Castillo existiera una antigua atalaya dependiente de Poley, entre Cabra y lo que quedase de Ulia.

Esta torre fue reconstruida por don Gonzalo Fernández de Córdoba en el siglo XIV, dando origen a poblamiento. La vinculación de la Casa de Aguilar al partido perdedor de don Pedro fue quizás motivo para que bajo el reinado de los Trastámaras, el señorío desplazase su residencia a Montilla, olvidando Poley como sede.

Se puede aventurar que el primer recinto poblado, al abrigo de la atalaya, comprendería el barrio de la Escuchuela, la calle de la Iglesia, Cárcel, Vera Cruz y Matadero con puertas a Córdoba, al Sol y a la calle de las Torres, después calle Costal. Este perímetro es el que identifica Morte Molina como perteneciente al Alcázar, y en su época dispondría de algunos datos físicos que hoy se han perdido. El crecimiento posterior debió ser rápido al amparo de los señores feudales.

Entonces la población debió concentrarse en el cerro y sus laderas por igual, desde la Fontanilla, hoy Fuente Nueva, hasta calle Alta y Baja, y desde la Corredera hasta la calle Santa Brígida. Esta villa estuvo murada con una Puerta del Sol con salida a la actual calle Santa Brígida, otra de Córdoba en la plaza de Alcarsel y otra de Aguilar, en la Plazuela.

La actual calle Enfermería sería camino extramuros al este de la población y separaría la villa de una ermita en cerro que luego fue San Sebastián, construida a fines del siglo XV.

En 1508 el rey castiga al insurrecto señor de Aguilar a destierro y demolición de su casa de Montilla, que había sido ampliada con lujo en los últimos tiempos. La demolición posiblemente afectaría también a las murallas de la villa.

Al principio del siglo XVI, con Granada definitivamente conquistada, todas las antiguas poblaciones andaluzas de frontera tienen una repoblación importante. En 1530 la población de Montilla se elevaba a 1.208 vecinos.

El Marqués es perdonado de su destierro por la Reina Juana, iniciando en 1510 la construcción de una casa extramuros que luego se convertiría en el palacio que conocemos. Bajo el señorío de su hija, la marquesa doña Catalina, la población tuvo un crecimiento espectacular: el nuevo palacio se engrandece con una serie de dependencias auxiliares y fundaciones; se construye el monasterio de San Francisco, que posteriormente se ocupó por una comunidad femenina bajo la advocación de Santa Clara; se construyeron molinos aceiteros, que en su esplendor llegaron a contener dieciocho prensas de viga; se fundaron ermitas limítrofes en el perímetro de la población y se empieza a construir un nuevo arrabal que conocemos como Barrionuevo, al Sur de la Puerta de Aguilar.

La villa en el siglo XVI contaba con una iglesia mayor de un gótico austero, con una casa de concejo, cárcel, pósito y varias tiendas en la calle principal, llamada Corredera.

A fines de siglo se abre la plaza Nueva, actual Plaza de la Rosa, demoliendo una serie de casas y tiendas que la separaban de la antigua Plazuela Vieja, situada frente a la cárcel y más tarde en 1586 al final de la calle Corredera se ejecuta la Plazuela del Peso.

La topografía del lugar obligó a un crecimiento alargado hacia el sur, donde la ladera del cerro posibilita un mejor acceso. Del actual trazado de calles se desprende un crecimiento dirigido hacia el sur, por oleadas, no excesivamente concéntrico, lo que justifica un crecimiento rápido hasta la Plazuela con la calle Corredera como camino hacia Aguilar, la calle San Luis como camino a Cabra y la calle Córdoba por el antiguo camino a esta población.

El crecimiento posterior se polariza entre los caminos de Aguilar y Lucena (también camino del Molino de Sotollón, de donde toma el nombre la antigua calle). Los sucesivos perímetros se definen por necesidades exclusivamente fiscales y se formalizan con tapias y puertas concretas. Es frecuente que en las casas construidas en el siglo XVI se encuentren fachadas de piedra, algunas con sillares reutilizados, que tal vez procedan de las construcciones defensivas de la Montilla demolida.

Uno de los barrios que primero debieron construirse corresponde al formado por las calles Feria, Molinos Alta y Baja, cuyos pobladores estarían ligados a las instalaciones fabriles del marquesado. La actual calle Enfermería, llamada antes Manteras, debe su nombre a las enfermerías construidas por doña Teresa Enríquez como ampliación del monasterio de Santa Clara, y en esa época llegaría a ser una vía importante. El antiguo camino exterior de la antigua Puerta del Sol se convertiría en la actual calle Santa Brígida.

Las calles se adaptan a las curvas de nivel del cerro, lo que marca la secuencia en su formación (Corredera, Escuelas, Alta y Baja y Enfermería), con otras que las entrelazan siguiendo la máxima pendiente (De las Torres, después llamada Torrecilla y después Costal; San Luis; etc.). Sus nombres hacen alusión a edificios de interés (Iglesia, Pósito, Escuelas -por la de los Jesuitas-, Escuchuela -por la antigua torre de la Escucha-, Puerta del Sol, Puerta de Aguilar, Córdoba, San Sebastián, etc.), a gremios de artesanos que en ellas se establecían (Herradores, Mesones, Tinte, Curtidores, Almonas, Molinos) o al nombre de personajes destacados establecidos en ellas (Juan Colín, Juan Díaz, Antón Aguilar, Prietas, Alonso Venegas, etc.).

A juzgar por los censos parroquiales, a fines del siglo XVI la población había alcanzado un perímetro muy amplio, casi coincidente con el actual casco histórico, con extensión hasta la calle Altillos por el oeste, Juan Colín por el este y por el sur, al menos hasta la actual calle Palomar de vista de su arquitectura. De las antiguas casas solariegas se han perdido algunas con las recientes transformaciones, y las que quedan, salvo excepción, tienen una relativa importancia.

El callejero montillano hasta el siglo XVII lo integraban: calle Plaza y Corredera, Santa Ana y Pineda, Fuente Álamo y San Roque, Burgueño, Prietas, Dientes, Ancha, Sala, Terremoto, Juan Colín, Barreruela, Callejuela Primera, Callejuela Segunda, Fuentes, Peñuela, Pavón y Jaimes, Alamillos, Gavia, San Sebastián, Blanca y Lozano, Pozo Dulce, Enfermería, Luis Fernández Arroyo, Aleluya, Homo de Alcaide, Alta y Baja, Alonso de Duque, Escuelas, Herradores, Tercia, San Juan de Dios, Capitán, Torrecilla y Berrio, Cocina, Molinos Baja, Melgar, Lorenzo de Duque, Calzada y Romo, San Francisco, Cuberos, Santa Brígida, Lorenzo Venegas y Pta del Sol, Escuchuela, Castillo y Valsequillo, Veracruz e Iglesia, Trillo, Matadero, Fontanilla, Tinte, Tenería, Córdoba, Mesones, Juan Díaz, Don Gonzalo, Ciprés, Godoy, Doñas Marías, Don Bardo, Antón de Aguilar, Caldereros, Altillos y Lara, Cordón, Carreteros, Zarzuela Alta, Zarzuela Baja, Lovero, Palomar, Aguilar, Ramos y Moñiz, Aparicio, Ortega, Horno Nuevo, Parra, Santiago, Márquez y Nueva.

Los siglos XVII, XVIII y XIX representan un estancamiento poblacional y de escaso desarrollo urbano.

NOTA.- Datos obtenidos del PGOU (Plan General de Ordenación Urbana) de Montilla.

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